8.
Vida o muerte
Parte 1
Desde la llegada de
Celine, nuestra situación ha ido mejorando de manera progresiva. Apenas llegó,
fue recibida por una entusiasmada Mirina, que notó inmediatamente su parecido
con ella y comenzó un invasivo acercamiento para conocerla mejor. Si bien la
experimentada guerrera pareciera ser muy sería a simple vista, de inmediato
aceptó a la niña como amiga y compañera de conversaciones. Igual situación
sucedió con Eli, quien fue un poco más cuidadosa en su acercamiento, pero
finalmente cayó rendida ante el carisma de nuestro nuevo miembro, formándose
así un amistoso trío dinámico.
Hubo un pequeño reacomodamiento de las habitaciones
con la llegada del nuevo miembro. En un principio, pensé en ubicar a nuestra
nueva residente en un lugar fuera de la casa, pero por una corazonada mía y por
el hecho de me inspira demasiada confianza (“Algo absurdo considerando mi
personalidad precavida”), decidí que viviera dentro de la casa. Ilen, junto con
Eli, se cambiaron al cuarto junto al de Mirina, para lo cual tuvimos que
transformar la antigua oficina de Clark, en una improvisada bodega que alojara
las cosas que estaban en el ex cuarto de costura de mi madre. Celine se quedó
con la habitación del primer piso, por un claro tema defensivo, junto al cuarto
del baño, lugar que la sorprendió bastante. Según ella, dicha tecnología no es
nueva, pues vio cuartos similares en mansiones de nobles para los que trabajó,
pero nunca algo tan sofisticado, que tuviera estanque o cañerías de metal, lo
único similar era el hecho de usar agua para limpiar.
El primer día en que llegó Celine, le di un tour por
la totalidad de los terrenos de la casa. Conoció a Albert y su esposa, con los
cuales congenió inmediatamente. Luego de recorrer los gallineros y las
arboledas frutales, fue sorprendida con el sector dedicado al procesamiento de
la caña ("Además de sorprenderse por el hecho de que nuestro producto se
hace con dicha caña"), y mucho más cuando le mostré la máquina que
utilizamos para acelerar la molienda. No fue muy difícil explicarle el proceso
por el cual obtenemos el azúcar, y a diferencia de Ilen, no se mostró
interesada en saber el origen de la tecnología, simplemente se sorprendió por
lo novedoso y lo aceptó como algo lógico.
Sin darme cuenta, comencé desde un principio a
confiar en Celine, hablando sobre todo tipo de cosas y dejando que entrara casi
de lleno en nuestras vidas. No sólo yo, sino también todas las demás,
comenzaron a aceptarla como si siempre hubiera sido parte de nuestra familia,
incluso la precavida Ilen. No puedo teorizar nada concreto, pero desde mi
perspectiva, hay algo en la personalidad de esta mujer que hace a uno darse
cuenta, de manera casi natural, que no representa un peligro real, es más,
estar junto a ella entrega un agradable sentimiento de seguridad.
Rápidamente se organizó la estructura de nuestro
sistema de seguridad. Con la experiencia de Celine, partimos coordinando la
asistencia fija de 3 de los usuales guardias que se contratan periódicamente,
quienes son conocidos de Albert y personas que viven relativamente más cerca
que los demás. La razón es para evitar demasiadas rotaciones, que de algún modo
impiden la familiarización entre ellos y por consiguiente, disminuyen su
potencial de combate en grupo. Desde la perspectiva de Celine, es mejor un
grupo unido de combatientes regulares, a otro de luchadores independientes, al
menos cuando se está pensando en la defensa. También decidí aumentarles la paga
por día, de una moneda de plata a dos, para así mantenerlos motivados e
instarlos a mejorar su equipamiento.
Los días en que se realizan las entregas de
producto, nuevamente han vuelto a sentirse como un día más de trabajo. A medida
que pasan los meses, el fantasma del ataque se ve cada vez más distante e
incluso hemos vuelto a realizar nuestro periódico viaje, semana por medio, para
recorrer el mercado de Girelia, en busca de productos que no encontramos en el
pueblo. Aunque a veces nos acompaña Ilen, ahora es más común que sólo Celine y
yo realicemos el viaje ("Creo que para ella aún es difícil el olvidar
completamente lo ocurrido").
Pese a la seguridad que me hacen sentir, tanto
Celine como los tres hombres que nos acompañan durante cada viaje, no está en
mi naturaleza el sentirme conforme, por lo que inmediatamente después de
terminar la nueva coordinación, me propuse equiparme con algún tipo de arma
defensiva de distancia. Pensé en muchas
variedades de arcos, hondas y ballestas, pero el tema de mi actual fuerza, es un
factor decisivo a la hora de elegir un arma que requiere buenos brazos. Si bien
he crecido bastante, cuando he tenido la oportunidad de verme en un espejo (extrañamente
me veo a mi mismo como un muchacho de aparentes 13 o 14 años), me veo con
brazos que distan mucho de ser capaces de operar un arco o una ballesta común.
Me propuse entonces, hacer algo fuera de lo común,
que no requiriera tanta fuerza, pero que al mismo tiempo tuviera la misma
potencia ("O sea, algo complicado"). Me decidí por una confiable
ballesta, en especial una que tuviera el tamaño adecuado para ser guardada
fácilmente dentro de la carreta. El problema con estas armas, es que requieren
una gran cantidad de fuerza para ser cargadas, además de ser extremadamente
costosas y raras ("Desde que estoy en este mundo que no he visto una,
aunque tampoco he visto demasiadas armas, ¿tendrá mi abuelo una?").
Preguntándole a Celine respecto al tema, me ha dicho que son muy poco comunes,
incluso entre la realeza y nobles, debido a la dificultad y costes de su
fabricación, no obstante, se habla de que en algunos de los reinos más al sur
del continente, su utilización es casi una norma dentro del ejército.
"Digamos entonces, que el tema restrictivo de
la ballesta, es tanto el dinero como los artesanos capaces de hacerlas. Los
reinos del sur deben ser temibles".
Pese a todo, no me desmotive para nada en mi
intención de poseer una ballesta. El motivo principal, es que es un arma que
posee mucha más precisión que un arco y es posible ser usada fácilmente por
alguien sin demasiada experiencia ("Ósea yo"). Así que partí con un
lápiz (carbón) y papel, haciendo un
detallado dibujo de lo que quería fabricar. Comencé con un diseño robusto pero
liviano para el cuerpo del arma, seguido por un sencillo mecanismo para el
gatillo, con piezas un tanto burdas, pero fáciles de fábricas para cualquier
herrero, y finalmente, la solución al tema de la fuerza, un sistema de doble
arco.
Si hay que explicar bien el tema del doble arco, se
debe de tener en mente el concepto de distribución de esfuerzos. Si no soy
capaz de tensar una cuerda de ballesta con mi fuerza actual, que tal si intento
tensar dos cuerdas con la mitad de la fuerza necesaria, una a una. Entonces
tenemos un diseño de dos arcos sobrepuestos y dos cuerdas, para disparar una
misma flecha (o dardo). Suena sencillo, pero el tema de la fabricación es lo
complejo, además de lograr que funcione correctamente.
El tema del cuerpo de la ballesta y los componentes
metálicos, fueron fácilmente solucionados por un artesano y un herrero
respectivamente, los cuales encontré durante mis viajes a Girelia. El problema
del arco resulto ser mucho más complejo, pues tuve que encontrar un maestro
armero ("Al tipo tuvimos que buscarlo en un taller en las afueras de la
ciudad"), especialista en la fabricación de arcos, al cual encargue un
arco plano de tamaño pequeño, que tuviera la misma o más potencia que un arco
normal. Extrañamente, al hombre no le pareció una petición irracional,
simplemente me explicó que para lograr eso, el arco resultante sería mucho más
grueso, ancho y costoso, cosa que de alguna manera preví ("Especialmente
en la parte de lo costoso").
Al final, luego de casi un mes y medio de espera,
habiendo gastado casi 4 monedas de oro, me encontré con todas las piezas en mis
manos. El proceso más delicado, fue el de cortar el arco en dos mitades, para
luego dividir cada mitad en dos, haciendo un metódico y preciso corte a lo
largo de la madera, pero sin dividirla completamente, de esta manera, es
muchísimo más fácil el ensamble y se puede asegurar el alineamiento de los
arcos. Posteriormente, simplemente me dedique, con martillo, clavos y una
enorme paciencia, a ensamblar el aparato correctamente.
Con la ballesta terminada y un buen suministro de
dardos, que logre conseguir con el maestro arquero, comenzó un tedioso periodo
de pruebas, totalmente enfocado en las cuerdas y el sistema de disparo.
Inicialmente intente utilizar cuerdas corrientes, de ancho estándar, pero
resultó ser un estrepitoso fracaso, pues dos cuerdas sumadas eran demasiado
para el grosor del pequeño dardo, además de que una cuerda siempre salía con
una leve ventaja con respecto a la otra ("Era necesario apretar muy rápido
el disparador para que ambas lograran salir juntas"). Luego, intente con
una cuerda mucho más delgada, pero resultó en que al lograr tensar
completamente ambas, mientras me disponía a insertar el dardo, se cortaron
sorpresivamente, por poco golpeando una de mis manos. Finalmente, y luego de
romperme la cabeza pensando, recordé el sistema de disparo de los arpones
modernos, en donde hay una pieza de metal que se une a los tirantes de goma y
se encarga de disparar la flecha. Con una idea un poco más refinada, recurrí al
mejor herrero que pude encontrar y construimos un sistema de dos enganches, capaces
de montarse uno sobre otro, de esta manera, ambas cuerdas terminarían
trabajando como una al momento de ser accionado el disparador. Adicionalmente,
se me ocurrió la idea de cruzar las cuerdas, para así lograr una correcta
alineación sobre el dardo (ósea, una punta del arco superior unida a la punta
opuesta del arco inferior).
Con todos los arreglos terminados, todo salió a
pedir de boca, el famoso día en que probé con el primer disparo. Primero cargue
la primera cuerda, sin ningún problema, seguido por la segunda, que se montó
sobre la otra como se había previsto. El dardo calzó perfectamente, sobre una
pequeña capa de grasa de cerdo que utilicé para lubricar el riel de metal.
Apunte cuidadosamente a un objetivo a casi 50 metros en un árbol. Presione el
disparador suavemente, y como una ráfaga, el dardo tardó un instante en golpear
el árbol, un tanto lejos del objetivo, pero con una increíble fuerza. En ese
momento me sentí un tanto poderoso, como con la sensación de tener un revólver
en la mano ("Aunque mucho más tosco, difícil de cargar e impreciso"),
en otras palabras, con la capacidad de defenderme.
Inmediatamente después de terminada la ballesta,
incluí en mi rutina diaria, justo después de mi trote matutino, la práctica
obligatoria con esta. Con la regla de realizar al menos 50 disparos, de manera
constante, tanto mi puntería como los músculos de mis brazos, fueron mejorando
de manera progresiva. Es bastante difícil, pasar de haber utilizado fusiles
modernos, que podían alcanzar con precisión de centímetros a más de 300 metros,
a este rudimentario equipo, que con suerte puede llegar a esa distancia, pero
sin precisión alguna. Aunque poco a poco he empezado a tomarle el truco,
principalmente respecto a la puntería, logrando impactar, a veces, blancos del
tamaño de una manzana, a una distancia de 20 metros.
Tal fue el éxito de mi pequeño invento, que llamó
inmediatamente la atención de Celine y las demás, pues a pesar de parecer una
ballesta común, incluso Ilen fue capaz de cargarla sin problema alguno. Nos la
pasamos varios días compitiendo entre nosotros ("Como si hubiéramos
encontrado un juguete nuevo"), incluso Mirina tuvo la oportunidad de
disparar un par de veces, aunque hay que destacar que tiene una puntería
horrible. La que resultó ser una revelación fue Ilen, quien a pesar de no
contar con mi tiempo de práctica, es igual de precisa con los blancos a corto
alcance, eso sí, tomándose su tiempo para apuntar bien ("Creo que ella es
buena en todo lo que requiera paciencia").
Termine construyendo dos ballestas más, una de igual
tamaño que la anterior, pero un poco más refinada en la parte del cuerpo,
además de mejor sistema mecánico, y un nuevo prototipo, un poco más grande,
esta vez sin considerar la reducción de fuerza, sino la duplicación de esta
mediante el sistema de doble arco, o sea, dos arcos estándar montados bajo el
mismo principio. El resultado fue, un arma extremadamente poderosa, capaz de
ser cargada sólo por Celine ("Por ahora"), o un hombre mayor. Con su
cuerpo de madera, un poco más largo que el promedio, parece más un rifle,
logrando alcanzar objetivos a casi 50 metros con gran precisión, además de
tener un alcance efectivo de más de 500 metros. La llame Cobra Mk.II, mientras
que al modelo más pequeño, Cobra Mk.I. Todo resulto bastante genial, pero
costoso a la vez, algo así como 10 monedas de oro adicional. No es de extrañar
que las ballestas sean inaccesibles, pues solo poniendo materiales y mano de
obra, tenemos el sueldo de casi 4 meses de un guardia común (“solo la ballesta
pequeña”), ni siquiera pensar el precio de comercialización.
Pese a que Celine consideró a la cobra2 un arma
increíble, por su tamaño demasiado voluminoso y llamativo, me convenció de que
no era prudente llevarla con nosotros durante los viajes ("Además, no es
nada de práctica en caso de emergencia, pues su recarga es demasiado lenta y
sólo alguien que tenga fuerza puede hacerlo").
Termine adaptando un pequeño compartimiento dentro
del asiento de la carreta, en donde caben las dos ballestas pequeñas. Mi
estrategia, es mantener las dos ballestas ya tensadas, pero sin el dardo,
dentro del compartimiento. De esta manera, cuando apareciese una situación de
peligro, simplemente se sacarían, se cargarían y se dispararían en un tiempo
casi mínimo. La única preparación, sería la carga antes de cada viaje y la
descarga una vez terminado, para así no arruinar el arco.
Han pasado cerca de 6 meses desde que Celine se unió
a nosotros, y prácticamente ya la consideramos parte de la familia. El negocio
de los dulces marcha de manera correcta, así como nuestros ahorros crecen
constantemente. Las peticiones de otros comerciantes, incluso de ciudades más
al Oeste, para participar en el negocio, me han tentado cada vez más a la idea
de expandir mis operaciones. Debo admitir, que nunca considere que este negocio
iba a causar tanto impacto.
"Me encuentro en una real posición de
convertirme en un gran empresario. La pregunta es, ¿Soy capaz de lidiar con
ello?"
Parte 2
Camino
principal entre Girelia y Sunen año 5539 mes 10 día 15
Hoy es un día como
todos los demás, con el cielo despejado, un calor que cada vez se hace más
fuerte, augurando un verano infernal, y un aire que transporta el agradable
aroma de las flores de primavera. El sol salió hace apenas unas horas, así que
nos espera un día completo por delante. Nuestro destino es el mismo de siempre,
la tienda de Theo, aunque esta vez tengo planes adicionales de buscarme nueva
ropa, pues por alguna razón casi mágica, mi cuerpo está creciendo a una
velocidad muy poco usual. Por si las dudas, hace un tiempo me hice inspeccionar
por varios médicos, pero ninguno encontró nada fuera de lo usual y se descartó
incluso el gigantismo, enfermedad que más de alguna vez he podido presenciar
("En dichos casos las deformaciones son usuales, por lo que me siento un
poco más tranquilo cada vez que veo mi reflejo en un espejo").
Vamos montados sobre la carreta Celine y yo,
escoltados por el trio maravilla, compuesto por Tom, Alan y Joel. Los tres son
personas bastantes agradables, luchadores por naturaleza, si bien no tan
hábiles como Celine, representan una fuerza que cada vez se afianza mejor, con
los constantes consejos y ayuda de su jefa ("A veces me cuesta ver a
Celine como jefa de estos 3, pero para ellos parece algo tan natural, que a
veces hasta yo termino poniéndola en un podio"). Me ha costado bastante el
recordar el nombre de los tres, principalmente debido a que los veo una vez a
la semana y sólo paso un tiempo con ellos, las veces que los acompaño por
motivos de mis compras en la ciudad.
De los tres, Alan es el más hablador, intentando
siempre entablar conversaciones con Celine, de los temas más variados, desde
cocina hasta los últimos rumores dentro del pueblo. Ella por su parte, es una
profesional, nunca perdiendo su mirada en el camino y los alrededores, como un
radar en alerta máxima durante todo el trayecto, haciendo poco caso de lo que
el hablador compulsivo de Alan diga. Yo por otra parte, he encontrado agradable
los temas que habla el hombre, y poco a poco he empezado a soltarme con él,
intercambiando anécdotas y tratando también de obtener información útil, de
entre toda la basura que habla.
Para cuando nos encontramos a mitad de camino, me
hallo teniendo una agradable conversación con Alan, acerca de un amorío prohibido,
entre un mercader del pueblo y la hija del jefe del gremio de comerciantes, que
estaba comprometida;
— ¿Y
qué paso el día en que ella tenía que encontrarse con su prometido? — Le
pregunto, con la mayor de las expectaciones.
— Bueno
joven Akeel, ¿qué crees que paso? — Me dice, con una sonrisa burlesca.
— Si
tuviera que adivinar, diría que el pobre mercader no tuvo más remedio que
rendirse. Poner en riesgo su negocio familiar y la seguridad de sus hermanos
pequeños, no creo que valgan un simple enamoramiento.
— Emmm
— Balbucea Alan, mientras me mira incrédulo. — ¿Por qué tan pesimista joven
Akeel?, ¿Acaso no crees en el amor?
— El
amor es sólo una fantasía. No digo que no exista algo a lo que podamos llamar
amor, pero la verdad es que creo que simplemente lo confundimos con la
necesidad y la dependencia. Una mezcla verdaderamente peligrosa, que te hace
pensar y hacer cosas que normalmente no harías. El ser humano en alguien que
naturalmente necesita trabajar en grupo para sobrevivir, por lo que la
atracción es un mecanismo natural para asegurar dicha sobrevivencia, además de
la reproducción correspondiente.
— Celine,
¿Que acaba de decir este muchacho? — Pregunta el hombre, a la imperturbable
mujer que se encuentra a mi derecha.
— Llevo
viviendo con el medio año y ya te puedo decir, que hablar con él no es cosa
fácil. En su mente, la lógica va más allá de lo que nunca en mi vida pude
pensar que es posible. No por nada es capaz de crear cosas bastante asombrosas.
Déjalo ser y dile la verdad acerca de tu historia. — Responde Celine, sin
perder en ningún momento la mirada del camino.
Alan comienza a observarme por unos segundos,
mientras se rasca su cabellera, portando una mirada de "Me arruinaron la
historia". Luego de aclarar su garganta, me mira un tanto serio y me dice;
— La
verdad es que tienes razón. Planeaba darle un final mucho más fantástico a mi
historia, pero parece que contigo hoy a tener que contar la verdad. El amor
existe joven Akeel, pero de una manera más cruda y real. El joven mercader
decidió simplemente...
El hombre no pudo terminar de decir la oración, pues
sorpresivamente comenzó a caer estrepitosamente de su caballo. Todo es
demasiado rápido, no logró sentir ni percatarme de nada extraño, hasta el
momento en que Celine se abalanza sobre mí y me agarra fuertemente contra ella,
mientras sostiene su escudo en alto, cubriéndonos de algo que al parecer viene
en la dirección frente a nosotros.
Siento unos cuantos impactos secos en la carreta, el
relinche estrepitoso de los caballos y la sensación de que frenamos en seco,
una vez nos orillamos violentamente hacia la derecha del camino. Entre los
gruñidos y gritos de los hombres, de pronto Celine, con voz firme y de mando,
grita;
— ¡¡Todos
cúbranse, los arqueros están al frente, bájense de los caballos, son blancos
muy fáciles!! — Luego me mira fijamente, mientras aún me sostiene firmemente
desde la cintura. Puedo ver claramente su preocupación y miedo, pero aun así me
dice. — Akeel, estamos bajo ataque, no sé cuántos son, pero lo más seguro es
que su intención es matarnos. Vamos a tener que luchar, ¿lo entiendes?
Por un instante, mi mente se pone en blanco. La voz
de Celine se transforma en un susurro, acompañado de un lento movimiento de su
boca. En dicho instante, simplemente pienso acerca de mi situación y cursos a
seguir, mientras mi cuerpo se pone tenso y la cobertura del escudo me hace
sentirme privado de la valiosa información de lo que sucede en mi entorno.
"No tengo muchas opciones, ni información
acerca del enemigo. No nos queda más que soportar el embate de las flechas y
rezar porque nadie salga herido".
Luego de varias oleadas de flechas, y una vez Celine
levanta el escudo, puedo observar mejor el panorama. Dos de los caballos,
pertenecientes a los guardias, yacen muertos en el suelo, con flechas clavadas
en sus cabezas, cuellos y estómagos, del tercero no se tiene pista. Varias
decenas de flechas se encuentran también incrustadas a nuestro alrededor y
sobre la carreta, pero afortunadamente ninguna impacto a nuestros caballos.
Cuando trato de encontrar a los guardias, mirando hacia todos lados, me percato
de que dos de ellos se encuentran cubiertos en la parte posterior de la carreta
y a Alan bien guarnecido debajo de esta, acostado sobre su estómago. Cuando
vuelvo mi mirada hacia Celine, notó dos flechas en el escudo y los ojos de esta
directamente enfocados hacia la zona boscosa, ubicada hacia el frente e
izquierda de nosotros.
— ¿Son
ellos? — Le pregunto, mientras observo fijamente en la misma dirección.
— Saca
las ballestas. Es mejor prepararnos antes de que se abalancen sobre nosotros. —
Me responde fríamente.
Sus palabras traen cargados una gran variedad de
sentimientos obscuros. Sin pensar mucho, rápidamente abro el compartimiento del
asiento y saco las dos ballestas que se encontraban guardadas. Las reviso
aceleradamente, para posteriormente cortar los seguros improvisados que les
puse (una pequeña tira de cuerda que bloquea el mecanismo de disparo y ajusta
los tensores en su lugar) y cargarlas con un dardo cada una. Le entrego una a
Celine y me quedo con la otra en mis manos, las cuales no paran de temblar y
sudar.
— ¿Me
oyen ustedes tres? — Levanta la voz Celine, sin perder su foco del objetivo
frente a ella. Y luego de recibir temblorosas afirmaciones de parte de los tres
hombres, continúa. — No sé cuántos son, pero estoy segura que son más que
nosotros. Manténganse en sus posiciones por ahora y no se muevan por ningún motivo,
hasta que yo les diga que los hagan. Y cuando lo hagan, quiero que se muevan
desde la derecha de la carreta, ¿me entendieron?
Todos respondieron positivamente, siendo la voz más
débil, la proveniente desde debajo de nosotros ("Espero que Alan no se encuentre
herido"). Por un instante todo se vuelve en silencio. Mis manos tiemblan,
mientras sostengo la ballesta, mi corazón palpita rápidamente y mi frente suda
profusamente.
— Ahí
vienen. — Suspira Celine, al tiempo que agarra firmemente su ballesta con las
dos manos.
Al principio no entiendo por qué dice eso de manera
tan sorpresiva, pero al siguiente instante puedo ver la razón, desde el preciso
lugar que ha estado mirando desde hace un tiempo. Dos jinetes emergen desde los
árboles, moviéndose a trote lento, seguido por cuatro hombres a pie, todos
vestidos con ropas de combate, portando espadas y escudos. Los dos hombres a
caballo se ven temibles, uno portando una cota de malla de cuerpo completo y el
otro con un casco de hierro que le cubre su rostro por completo.
Rápidamente comienzo a entender la gravedad de
nuestra situación. Estancados en una posición vulnerable, sin la capacidad de
correr y en desventaja numérica, nos vemos obligados a luchar por nuestras
vidas. Siento que el miedo se apodera de mí, así como la antes abundante
sudoración, poco a poco se transforma en algo que incluso amenaza con impedirme
ver bien. Lo único que me impulsa a mantener la cordura, es la posición firme y
el aura de confianza que me inspira Celine.
Antes de darme cuenta, los 6 bandidos se abalanzan a
toda marcha sobre nosotros, con los dos jinetes al frente tratando torpemente
de mantener el ritmo de los hombres a pie. A una distancia de casi 40 metros,
Celine levanta su ballesta, pero inmediatamente la detengo con mi mano derecha.
— Espera
un poco más, que se acerquen lo suficiente. — Le digo con voz temblorosa.
Por un momento me dirige una mirada incrédula, pero
al siguiente instante comprende el porqué de lo que digo. Sé muy bien que
estamos en una situación desesperada, pero no por eso vamos a actuar
precipitadamente. Yo me consideraré un buen tirador, pero bajo estas
circunstancias, no me creó capaz de acertar un tiro a esa distancia, menos aún
creo que Celine lo pueda hacer ("Las prácticas de tiro me lo han enseñado").
Así que al menos quiero que estos dos tiros acierten, pues por el tiempo, es
casi imposible que podamos cargar un segundo tiro. El objetivo más claro, es
deshacernos de ambos jinetes, antes de pensar lidiar con el resto y tener
oportunidades de ganar.
Pasado unos segundos, los bandidos ya se encuentran
a una distancia de casi 15 metros. Esta vez puedo distinguir algunos rasgos
faciales, pero de inmediato evito fijarme bien ("Es mejor que simplemente
los considere bandidos sin rostro"). Le doy una palmada en el hombro a
Celine y esta responde apuntando con su ballesta, para luego disparar
inmediatamente su dardo, el cual, a la velocidad de un rayo, impacta
directamente en la cabeza del caballo en donde viaja el bandido con el casco de
hierro.
La muerte del caballo debió de ser casi instantánea,
pues inmediatamente se desploma en el suelo, haciendo que el jinete cayera
estrepitosamente hacia adelante, impactando con su rostro y uno de sus brazos.
— ¡Ahora,
salgan! — Grita Celine.
La imagen del jinete derribado, sumado a los hombres
que emergen de la parte posterior de nuestra carreta, de alguna manera, hace a
los bandidos titubear, deteniendo su avance en seco. Entonces, veo una clara
oportunidad, en el momento en que el segundo jinete se detiene, exponiendo todo
su costado hacia mi ("Un blanco demasiado perfecto"). Apunto mi
ballesta hacia el hombre, respiro profundamente para tratar de calmar mis
temblores, aguanto la respiración, dirijo mi blanco directamente al pecho del
hombre ("Podrá tener una cota de malla, pero mi arma es una ballesta y los
dardos tienen punta penetrante") y disparo.
Es muy difícil describir lo que sentí, al momento de
apretar el disparador de la ballesta, pero parte de esos sentimientos contenían
una gran ansiedad y miedo. El miedo de no dar en el blanco. Pero a pesar de
ello, pude ver, casi en cámara lenta, como el dardo voló en dirección hacia el
hombre. Nunca sabré bien el porqué del error tan grande en el vuelo del
proyectil, pues a pesar de haber apuntado al pecho, este término incrustado de
lleno, en la garganta del temible bandido. Sus manos, obviamente por acto de
reflejo, fueron inmediatamente a su cuello, tratando sin sentido, de auxiliar
su fatal herida. A pesar de la distancia, puedo ver como su rostro se pone de
un pálido blanco y la sangre comienza a emerger de su boca, junto con forzosos
intentos por respirar. El forcejeo no dura mucho, pues súbitamente cae del
caballo, duramente sobre su espalda, para quedarse inmóvil en la árida tierra,
que comienza rápidamente a empaparse, de la abundante sangre que borbotea de
entre sus temblorosas manos.
"Pareciera que acabo de matar un hombre"
Sin mucho tiempo para pensar en lo que acabo de
hacer, un extraño panorama se presenta ante mis ojos. Con Celine al frente de
la carreta, ya habiéndose bajado de esta, junto a nuestros 3 hombres, cara a
cara frente a los bandidos. El primer hombre que había caído, ahora se
encuentra de pie, un tanto aturdido y con uno de sus brazos dislocados.
Envuelto en ira, al ver a su compañero muerto junto a él, cabeza de hierro
("Así lo quiero llamar ahora") apunta su espada, con su único brazo
bueno, hacia Celine, al tiempo que grita hacia sus compañeros para que ataquen.
No me quedo a ver el choque de ambos grupos, pues me
muevo rápidamente a la parte posterior de la carreta, apoyando mi espalda en el
respaldo opuesto del asiento, con la intención de cargar nuevamente la
ballesta. Entre gritos y el sonido de choques de metal, mis brazos tiemblan
tratando de tensar las cuerdas del arco, así como nuevamente un abundante sudor
emerge por todo mi cuerpo, entorpeciendo más aún el trabajo.
Con gran esfuerzo, logro recargar la ballesta, pero
cuando me encuentro poniendo el nuevo dardo, extraños movimientos atraen mi
atención, específicamente desde mi derecha. Casi a 30 metros de mi posición 2
jinetes hacen su aparición en el camino principal, desde unos árboles en los
que parecían estar escondidos. No tardo en asociarlos inmediatamente a nuestros
agresores, por lo similar de sus ropas y porque vienen directo hacia mí con sus
espadas desenvainadas ("Aparentemente nos querían rodear los
malditos").
Miro fugazmente hacia mis espaldas, y por un breve
instante, logro ver lo encarnizado del combate que se libra. Sólo fue por un
corto periodo de tiempo, pero logre identificar a Celine luchando contra dos
oponentes y a cada uno de nuestros compañeros con un oponente por su lado.
El sudor me impide ver, por lo que lo limpio con una
de mis manos. Para cuando vuelvo la mirada hacia los dos jinetes, estos ya
están a menos de 15 metros, por lo que mi tiempo de reacción es mínimo.
"Malditos desgraciados, voy a tener que
enfrentarme a ellos"
Apunto rápidamente mi ballesta contra el primero de
los hombres, pero este, al notar la naturaleza de mi arma, súbitamente se
detiene y levanta su escudo. Con gran esfuerzo, me inhibo de dispararle al tipo
del escudo, acertadamente, pues el otro jinete no se percata de la situación, y
al ver a su compañero detenerse, por un instante pierde su concentración.
Cambio rápidamente de objetivo y le disparo inmediatamente al segundo jinete,
dándole de lleno en el estómago.
— ¡Ghaaaaaaaaaaa!
— Grita el hombre herido, encorvándose en la montura de su caballo y usando
ambas manos para cubrir su estómago.
No pasa mucho, para que el hombre herido caiga de su
caballo, fuertemente sobre uno de sus costados, ante la atónita mirada de su
compañero.
— ¡Haaaaaaa!
— Vuelve a gritar el hombre en el suelo. — ¡Mata a ese desgraciado!
El primer jinete vuelve su mirada a mí, esta vez
cargada de un penetrante odio, que me impacta desde el momento en que se
encuentran nuestra miradas. Su rostro se ve sucio y su barba desarreglada, pero
sus ojos se ven limpios y profundos. Un estremecimiento recorre mi cuerpo, la
piel se me pone de gallina, así como un extraño sentimiento invade todo mi ser,
nublando mi usual juicio.
— ¡Ven
aquí hijo de perra, para que te mate, igual que a tu compañero! — Le grito con
toda mi fuerza, antes de siquiera darme cuenta, al tiempo que una increíble ira
invade mi cuerpo.
"No voy a permitir que nadie me mire de esa
manera, maldito desgraciado. Ustedes empezaron esto".
Luego de descargar mi ira sobre el bandido,
inmediatamente aparto la ballesta y sacó de entre mi cintura, una de las dos
dagas que cargo sobre mí, la cual apuntó en dirección al hombre con mi mano
derecha. Este por su parte, responde deshaciéndose de su escudo, para luego,
espada en mano, cargar directo hacia mi sobre su caballo.
No me toma mucho tiempo, darme cuenta del tamaño
peligro en que me encuentro. Ante la rápida acometida del jinete, justo unos
instantes antes de que su espada impactase donde me encontraba, salto fuera de
la carreta hacia mi izquierda, para luego resguardarme rápidamente debajo de
esta.
— ¡Maldito
cobarde, ven aquí a luchar! — Me grita, enardecido, el hombre sobre su caballo.
"¿Y tú crees que soy imbécil?"
No le hago caso y me quedo en silencio debajo de la
carreta, esperando ver qué cosa se le ocurre hacer. Pero para mi sorpresa, en
vez de ir a ayudar a sus compañeros, que aún se encuentran luchando, se baja de
su caballo, dejándome ver completamente expuestos sus pies, a una distancia
totalmente a mi alcance. No pierdo siquiera un segundo, cambiando de posición
la empuñadura de mi daga, me acercó hacia él y lanzo con todas mi fuerzas, un
decisivo golpe horizontal, clavando mi daga en la bota de su pie derecho.
— ¡Haaaaaaaaa,
mi pie, haaaaaaa! — Grita el hombre, cayendo inmediatamente sobre su trasero.
Puedo sentir como la adrenalina recorre mi cuerpo.
Ignorando la sensación de peligro, me deslizo hacia fuera de la carreta,
saliendo por la parte derecha de esta. Una vez de pie, saco la segunda daga de
mi cintura y la empuño fuertemente en mi mano derecha ("Vamos a acabar con
esto"). Me pongo en marcha y rodeo, por la parte trasera, la carreta, con
la intención de encontrar desprevenido al herido hombre. En el camino observo
fugazmente al otro tipo, que yace tendido sobre el suelo, aún con sus manos en
el estómago y temblando. Nuestras miradas se encuentran, pero lo ignoro
inmediatamente ("Ya está muerto, es sólo cuestión de tiempo"). Al
llegar al otro lado, me encuentro con mi objetivo, arrodillado e intentando
retirar la daga de su pie.
"Es
mío".
Un extraño sentimiento me invade, haciéndome perder
la noción de la realidad misma. Frente a mí, lo único que hay es un objetivo,
ni humano ni igual a mí, simplemente un ser que debe morir, para que yo pueda
vivir. Mis ojos se enfocan directamente en su cuello, que yace indefenso.
Siento que si fuera una bestia, en este instante, la saliva comenzaría a escurrir
de mi boca.
Me lanzo, sin pensarlo, directamente al hombre
frente a mí, sin nada más que mi daga, con la única intención de acabar con él.
Ni reducirlo, ni herirlo, simplemente matarlo. La distancia se reduce
rápidamente, mientras una intensa sensación de placer invade mi cuerpo,
impidiendo que visualice peligro alguno. El herido hombre no se percata de lo
que sucede a su alrededor, parece estar totalmente preocupado de la herida en
su pie, y sus gruñidos y maldiciones, le impiden oír el sonido de mis pisadas.
Cuando estoy a la distancia de poder dar el golpe decisivo, sucede lo
impensado;
— ¡Está
detrás de ti, el maldito está detrás de ti! — Se oye el grito desde detrás de
mí.
"Mierda".
Tomo sólo esa pequeña distracción, para cortar todo
el momento que llevaba conmigo, justo cuando me disponía a levantar mi brazo,
para luego clavar mi daga sobre el cuello de mi objetivo. En el mismo instante,
pude ver como el hombre frente a mí, como actuando netamente por instinto,
agarraba su espada con su mano izquierda, elevaba un poco su torso y lanzaba un
extendido golpe, horizontal y de manera completamente ciega, girando su rostro
lentamente, a medida que el golpe avanza.
No tengo tiempo, ni para esquivar ni para
retroceder. A la distancia en que me encuentro, no atino a nada más que poner
mi hombro izquierdo, con la ilusión de aguantar de alguna manera el golpe, y
lanzar una fútil estocada con mi daga, en la misma dirección que viene la
espada, extendiendo lo más que puedo mi brazo derecho.
El golpe es brutal. Soy lanzado como un costal de
verduras, mientras giro sobre mi eje, para estrellarme contra la carreta con mi
espalda. Sin darme ni siquiera cuenta, siento un estrepitoso impacto en mi
rostro y el singular sabor de la tierra invade sorpresivamente mi boca. Sin
control alguno sobre mi cuerpo y completamente mareado, puedo percibir el
intenso dolor que emerge de mi hombro izquierdo, pero rápidamente se esfuma,
para dar cabida a un intenso frío y adormecimiento.
A pesar de sentir una gran necesidad de tocar mi
hombro herido, decido que es inútil intentar algo. Siento una extraña sensación
en mi mano derecha, como si me faltara algo, pero antes de desesperarme por
algo desconocido, recuerdo que tenía una daga conmigo, la cual ya no encuentro,
no importa lo que mueva mi brazo en busca del tacto de esta.
Intento abrir mis ojos, pero al hacerlo, puedo
sentir como todo da vueltas, por lo que los cierro nuevamente. Intento
arrastrarme, pero no hay fuerzas en mis piernas, así como poco a poco
desaparece la de mi brazo derecho. Para cuando siento que ya no me queda nada
de energía, la extraña sensación de la sangre empapando toda la región
izquierda de mi cuerpo, me hacen entrar en un completo pánico mental.
"¿Será este mi fin?"
Sin consuelo alguno, lentamente mi mente se disuelve
en la oscuridad de un usual sueño. Por un breve instante, saboreo una vez más
las saliva de mi boca, cargada de un metálico sabor, e intento sin éxito decir
algo. Sin quedarme nada por hacer, simplemente me dejo llevar por el abrigo de
un falso, y al parecer, eterno alivio.
Parte 3
Abro mis ojos, lenta y
pesadamente, a medida que mi conciencia retorna y logro sentir nuevamente mi
entorno. Un dolor horrible invade mi hombro izquierdo, al punto que prefiero
mantenerlo inmóvil. Cuando logro mover mi cuello, para poder ver mejor mi área
adolorida, me percato de la gran cantidad de vendajes que cubren todo mi brazo
izquierdo, de manera que, incluso aunque quisiera, cualquier intento por
extenderlo sería imposible.
"Como que ya recuerdo todo"
Vuelven a mí los recuerdos de mi lucha a muerte.
Aparentemente ganamos, de otra manera, no estaría en mi habitación con mis
heridas ya tratadas. Comienzo a pensar en lo sorprendente, y la vez aterrador,
que es el batirse en combate con enemigos tan formidables ("Y
Bastardos") y lograr salir vivo de ello.
"Vivo pero no intacto".
Giro mi visión hacia mi lado derecho. Desde hace un
tiempo que noto un gran peso en mi otro brazo ("¿Me habrán herido el otro
también?"), pero cuando me percato del porqué, no puedo evitar soltar una
pequeña risa. Muy apegada a mi cuerpo y cómodamente apoyando su cabeza sobre mi
brazo, se encuentra profundamente dormida, una bella y adorable Mirina. Con su
cabello alborotado, su ropa de uso diario y unas claras marcas de lágrimas en
sus mejillas, me dicen que no ha pasado por buenos momentos ("Debe ser por
mí, creo"). Con su suave respiración y la imagen de ser iluminada por la
tenue luz de la ventana, me hace imposible el querer despertarla ("Es
demasiado hermosa y adorable"), a pesar del entumecimiento de mi brazo.
Comienzo entonces, a intentar recordar lo que
sucedió antes de llegar a este lamentable estado. Pero una vez empiezo a volver
atrás en mis memorias, vividas y horribles imágenes traen de vuelta la
pesadilla que creo que anoche tuve que soportar. El usual sueño en que
despierto en mi vieja habitación, para que luego de un tiempo, una horrible
bestia me termine persiguiendo por toda la ciudad. Lo diferente fue, que esta
vez, antes de salir por la puerta principal, recuerdo claramente que vi a dos
hombres sentados en mi living, uno con una flecha ensartada en su cuello y el
otro con una en su abdomen, inmóviles, con rostros irreconocibles, pero con
unos bien definidos y profundos ojos negros. Obviamente corrí el doble de
rápido de lo normal, al punto que ni siquiera sentí que la bestia me alcanzó,
para luego zambullirme en el mar y salir del usual ciclo.
Sin ser psicólogo ni especialista en sueños, los dos
hombres de mi visión, claramente eran los bandidos que creo haber matado en la
refriega. Pero lo que me llama más la atención, es que pese a haber matado a
esos hombres, no tengo ningún resentimiento al respecto, al menos en mi estado
consciente ("Porque en el sueño corrí como una niña"). Es por ello
que quizás mis visiones, son una especie de llamado subconsciente, frente a mi
extraño comportamiento en la batalla, en donde me convertí en casi un animal.
Mi arrepentimiento debe venir, debido al hecho que por un momento perdí mi raciocinio
y termine en el estado en el que estoy ahora, si bien no muerto, bastante mal
herido.
"Fue placentero, en un extraño sentido, pero no
me agrada perder el control de mis emociones".
Desvío nuevamente mi mirada hacia Mirina ("Por
dios que es adorable"), y delicadamente con mi brazo, la acerco un poco
más hacia mí para poder disfrutar de su calor. Accidentalmente en el proceso,
debido a que me acerco demasiado a su cintura, no puedo evitar tocar su trasero
con mi mano ("Wow, ha crecido bastante"), dejándome sin más
alternativa, que disfrutar de su esponjosidad por unos momentos, mientras sus
piernas se entrecruzan con las mías. Lamentablemente para mi mala suerte,
cuando vuelvo a mirar su rostro, me percato que sus dos ojos se encuentran bien
abiertos y fijamente mirando los míos, no con esa mirada que me despertaba
cuando era más niño, sino con una cargada de emociones que nunca antes vi
("Creo que lo arruine"). Entonces, para mi sorpresa, en vez de
quejarse de mi acciones pecaminosas, sus ojos comienzan lentamente a entre
cerrarse, al tiempo que pequeñas lágrimas, igual que brillantes y delicadas
perlas, comienzan a formarse en la parte
más interna de dichos ojos.
"Creo que ya me imagino lo que se viene".
De un momento a otro, me veo completamente abrumado,
por una acongojada Mirina, que entre lágrimas y sollozos, me abraza
fuertemente, presionando firmemente su rostro contra mi pecho. Es una sensación
bastante extraña para mí, pues a pesar de que siempre se han sentido agradables
los abrazos de ella, en este momento mi cuerpo me duele tanto, que estoy por
ponerme a llorar también.
Decido no interrumpir el llanto de Mirina, pues
considero que es una buena terapia el dejar que alguien se desahogue por
completo, siendo mi única acción, una suave caricia en su cabello. No puedo
evitar el sentirme culpable de algo, que supongo, es el motivo de su actual
estado, pero aun así, no quiero dejar que ella piense que vivimos en una
especie de mundo de fantasía, en que nunca nada malo le sucederá a sus seres
queridos.
Habiendo esperado un tiempo prudente y al sentir que
los sollozos de Mirina se vuelven cada vez más débiles, levanto su rostro
delicadamente con mi mano y me dirijo a ella;
— ¿Estás
bien ahora, te desahogaste?
— A...
Aki... Pensé que no ibas a despertar más. — Me responde con su voz
entrecortada, agitada y sus ojos todavía húmedos.
Tomando una esquina de una de mis sabanas, limpio
delicadamente sus ojos, luego sus narices y termino arreglando un poco su
alborotado cabello, que entorpecía un poco su vista.
— Estas
hecha un desastre. — Le digo suavemente.
— P-pero
tu brazo, ¿no te duele?
— Si
me sigues abrazando de esta manera, por supuesto que me duele.
— Haa,
disculpa. — Me dice, para luego soltarme y enrollarse como un armadillo, con su
cabeza aún contra mi pecho.
— ¿Por
qué estabas llorando?.
— ...
Mmmm... Porque... Porque tengo miedo... — Susurra, con una voz que apenas logro
oír.
— ¿Miedo
de que me pase algo.
— ...
Sí.
— ¿Miedo
de que pueda salir herido?... ¿Miedo de que pueda morir?
Esta vez ella responde agarrando mi camisa,
fuertemente con su mano, al mismo tiempo que asiente con su cabeza, restregando
su rostro contra mi costado.
— ¿Qué
edad tienes Mirina? — Le digo, esta vez con una voz un poco más dura.
— 14
años.
— ¿No
crees que ya tienes la edad para aceptar la realidad?, eres casi una mujer.
— P-pero...
— No
te digo que no llores ni nada por el estilo, pero no quiero que te desmorones
al menor suceso catastrófico. ¿Qué va a ser de ti si Ilen o yo nos morimos?
Puedo sentir como lentamente sus ojos comienzan a
humedecerse a través de mi ropa. Con mi mano vuelvo a acariciar su cabello
durante un momento, para luego volver a dirigirme a ella, esta vez con una voz
un poco más amable.
— ¿Me
puedes hacer un favor Mirina?, uno muy grande... El más grande que te he
pedido.
— ¿Qué?.
— Susurra acongojada.
— Si
llegase a pasarme lo peor, me gustaría que hicieras una cosa por mí... Quiero
que llores.
— ...Mmmm.
— Quiero
que me llores. Que vengas a esta habitación y te derrumbes en el suelo o en la
cama... Y me llores. Con todas tus fuerzas, como si fuera el fin del mundo.
Quiero que maldigas a todo a quien se te ocurra, que destruyas las cosas,
incluso si fueron mías. Quiero que llores hasta que tus ojos no puedan lloran
más...
Puedo sentir como el cuerpo de ella comienza a
temblar. Sus manos no sueltan mi camisa, así como las lágrimas no paran de
sentirse a través de mi ropa, pero no dudo ni por un instante lo que le he
dicho, ni lo que le voy a seguir diciendo;
— Entonces,
cuando termines de maldecir todo, quiero que levantes tu frente y vivas como lo
hubieras hecho siempre. No quiero que pierdas tu mente en el ¿qué hubiera sido
si el siguiera vivo?, simplemente vive, recordando los buenos momentos y
tratando de hacer más con otras personas. ¿Puedes hacer eso por mí?
— mfgmfgvmfg.
— Trata de decir ella, con su boca presionada contra mi ropa.
— ¿Que
si yo haría lo mismo?... Bueno, por supuesto, lloraría hasta perder el
conocimiento.
A partir de aquello, y luego de que Mirina asintiera
tímidamente a mi petición, nos quedamos un buen tiempo abrazados en la cama,
hasta que pude sentir que sus sollozos se acabaron. Entonces, para poder
librarme de ella, le di un suave beso en la frente, para después instarla a que
me ayudase a levantarme de la cama. Pese a que protestó, debido a mi actual
estado y a las recomendaciones del doctor para descansar, termine por
convencerla y lentamente me ayudó a ponerme de pie, utilizando su hombro para
guiarme a través de la habitación.
Bajar las escaleras fue un verdadero martirio, por
lo que la ayuda de Mirina fue crucial para que no terminase rodando hacia
abajo. Una vez llegamos al primer piso, me encontré con Ilen y Celine, ambas
sentadas en el living, al parecer jugando ludo, mientras Eli se halla durmiendo
en uno de los sillones. Una vez se dieron cuenta de mi presencia, ninguna pudo
esconder su sorpresa al verme de pie frente a ellas.
— Akeel,
No deberías estar levantado, el doctor dijo que guardaras reposo. — Se queja
Celine, con una mirada sería, pero al mismo tiempo irradiando lo que creo que
es alivio.
— No
te preocupes, duele bastante, pero creo que puedo andar bien por un tiempo,
después vuelvo a mi cama a descansar. — Le respondo animado.
La actitud de Ilen me parece un poco más retraída de
lo usual, como si quisiera hacer algo que no puede. Su mirada se encuentra con
la mía, pero noto un titubeo a la hora de decirme lo que piensa. Antes de que
esto se torne una escena incómoda, decido adelantarme y darle un cálido y
doloroso abrazo.
— Estoy
bien, disculpa por preocuparte. — Le susurro, mientras la sostengo con mi brazo
derecho.
Ella por su parte no me responde con ninguna
palabra, simplemente se deja abrazar y apoya levemente su cabeza sobre mi
hombro bueno, mientras sus brazos se mantienen bastante tiesos.
— Celine.
— Empiezo, luego de soltar a Ilen de un abrazo bastante largo. — No he querido
especular ni quebrarme la cabeza, respecto a lo que sucedió después de que me
desmaye, por lo que quiero que me cuentes lo que pasó.
— Bueno,
tú sabes bien como empezó todo, pero para lo que sucedió después, ni siquiera
yo tengo el panorama completo de la pelea, especialmente lo que sucedió
contigo. Por nuestro lado, luego de que derribaste al tipo en el caballo, nos
terminamos enfrascando en una dura batalla contra los bandidos. Si bien no tuve
problemas en deshacerle de dos por mi cuenta, para Alan y los demás resultó ser
más difícil, por lo que termine ayudándolos.
— ¿Te
encargaste del cabeza de hierro? — Le pregunto sorprendido.
— Ese
tipo no fue ningún problema, después de todo tenía un brazo dislocado. No sé
qué tenía en la mente para lanzarse a pelear así, su compañero resultó ser más
problemático que él.
— ¿Hubo
algún muerto o herido de nuestra parte? — Digo esta vez con vos seria.
— Alan.
— Me responde secamente, dejándome por un instante, choqueado por la idea de su
muerte. — El tipo quedó muy mal herido. Recibió un golpe muy grave en una de
sus piernas, por lo que tuvieron que amputársela.
— ¿Pero
está vivo?
— Por
supuesto. El muy bestia incluso se puso a bromear mientras el doctor le dio la
mala noticia. Los demás terminaron sólo con heridas menores.
"Suena como a él. Es un verdadero alivio que
nadie de nosotros terminara muerto".
— Recuérdame
indemnizarlo adecuadamente.
— Volviendo
al tema. Después de que terminé de evitar que matasen a Alan, me percate de lo
que sucedía en la carreta, al parecer un tanto tarde. Debo admitir que casi se
me sale el corazón, cuando te vi girar luego de ese golpe con la espada. No
pude ver nada de lo que sucedió antes, por lo que sólo en ese momento pude
reaccionar y correr a intentar ayudarte. — El tono de su voz comienza a ponerse
más serio. — Cuando llegue allí, me encontré con tu agresor completamente
inmovilizado, sangrando por uno de sus pies y con una daga clavada en una de sus
muñecas. Lo único que tuve que hacer fue rematarlo ahí mismo.
"Así que ese último golpe que dí sirvió de
algo".
Celine hace una pausa para aclarar su garganta. Por
la actitud de Ilen, puedo darme cuenta que ya sabe todo al respecto, pero aún
pone una mirada afligida, cada vez que la historia comienza a dar giros
violentos.
— Luego
de llegar donde ti. — Continúa Celine. — Pude darme cuenta de la gravedad de tu
herida. Estabas bañado en tu propia sangre. Afortunadamente seguías respirando,
por lo cubrí tu herida con lo que pude y te subí a la carreta.
— ¿Qué
paso con el tipo que estaba tirado en el suelo, un poco más atrás de la
carreta?
— Si
hablas del que tenía un dardo ensartado en el estómago, bueno, creo que aún
estaba vivo, pero lo deje ahí. — Su rostro hace una mueca de desagrado. —
Usualmente no soy así, pero en ese momento quise que sufriera un poco más.
Estaba enojada. Debió haber muerto desangrado.
— Entiendo
tu sentimiento, después de todo, fue culpa de ese tipo que yo terminara en este
estado. — Le comento agriamente.
"Espero que el muy hijo de puta haya sufrido
hasta el final"
Mirando a mi alrededor, me percato del rostro
cabizbajo de Mirina ("No es la conversación más animada") y el
incómodo silencio de Ilen. Esta última siempre ha sido poco conversadora, pero
desde que comenzamos a hablar no he oído ni una sola palabra de ella, sin duda
eso, es realmente perturbador para mí.
— ¿Cómo
lo hiciste para lidiar con ambos y por qué no pediste ayuda? — Me pregunta
Celine, con un poco de enojo en lo segundo.
— Si
te soy honesto, realmente no sé lo que paso por mi cabeza. Tuve muy poco tiempo
para reaccionar y ustedes se encontraban ocupados. Desde mi perspectiva, el
correr hacia ustedes significaba que nos hubieran terminado rodeando, así que
hice lo que creí que era lo mejor, aunque terminase en el estado en que estoy.
Por otra parte, el cómo lidie con ellos, se debe a mi ballesta, estrategia y
mucha suerte.
"Aunque faltaría decir, que una mente fría y un
instinto asesino fueron también cruciales".
Después de contarles todos los detalles que recuerdo
del incidente, todas se sintieron un poco más aliviadas, aunque sorprendidas de
mi actuar tan temerario ("Bueno, después de todo, hacer el servicio
militar sirvió de algo"). Logré sacarle algunas palabras a Ilen, levante
un poco el ánimo de Mirina y salude a mi dulce hermana, cuando esta se despertó
en medio de la conversación. Aún es sólo una niña, por lo que no supo entender
bien lo que me sucedió, ni tampoco entendió bien el inmenso dolor que me causó
con su fuerte y descuidado abrazo.
Habiendo pasado unos cuantos minutos y estando sólo
con Celine en el living, pues las demás se han ido a preparar la comida. Decido
tener una sería charla con ella, pensando en el futuro de nuestro pequeño
negocio.
— Tengo
algo que quiero pedirte. — Le digo a Celine con tono serio.
— Soy
todo oídos. — Me responde con su rostro sereno.
— Esta
situación de la seguridad en los caminos, creo que me termino superando. Haga
lo que haga, me persigue la desgracia y siento que alguien podría morir un día
de estos... Es hora de ponerse serios.
— ¿Serios?
— Su rostro comienza a cambiar.
— Hasta
ahora no he querido aceptar propuestas de expansión, porque había considerado
que estábamos bien, no obstante, ahora podría ser una buena manera de asegurar
una correcta seguridad de nuestras cargas.
— No
te entiendo muy bien lo que me quieres decir.
— Planeo
expandir nuestras operaciones a otras ciudades, así como contratar un escuadrón
completo de seguridad, con el fin de asegurar la carga ante cualquier eventualidad,
especialmente en estas rutas tan impredecibles.
— Mmmm,
ya veo... Y supongo que quieres que te ayude a encontrar gente apropiada para ello.
— Así
es, te quiero al mando de todos.
— Y...
¿Cuantos planeas contratar?
— Creo
que un buen número, pensado en el transporte y nuestra seguridad, pudiese ser
20, ¿qué opinas?
Celine se queda pensando durante unos segundos,
mientras mantiene un caramelo de leche en su boca, luego me mira fijamente y
con una leve sonrisa, me dice;
— Me
parece un número un poco exagerado... Pero teniendo en cuenta lo que nos
sucedió, no te culpó por querer asegurarte. No hay problema, creo que puedo
lidiar con eso.
— Si
es necesario te puedo subir tu sueldo. — La interrumpo. — ¿qué te parece 6
monedas de oro al mes?
— Woa,
yo no pedí nada de eso. — Responde un poco exaltada.
— ¿No
quieres? — Pongo un rostro travieso.
— Mmmmmm.
— Me mira un poco tímida e indecisa. — Bueno, no es que lo quiera rechazar,
¿pero no es demasiado?
— Tranquila,
para cuando nos expandamos a unas 2 o 3 ciudades más, pagarte eso no
significará nada para mí. Quizás incluso podríamos pensar en remodelar la casa
o comprar otra en la ciudad, las posibilidades son ilimitadas, jojojojojo.
Para cuando aparecen nuevamente las demás, con una
charola con té y galletas, me encuentro perdido en mis fantasías y un poco
ansioso por ver en lo que se puede convertir este negocio.
"Al menos me distrae del tema de las heridas
que sufrí, aunque me duele bastante cuando me río"
Increíble la espera valió la pena por un momento pensé que despareciste suerte que fue solo un pensamiento sigue así eres muy buen escritor y gracias por la historia.
ResponderEliminarNo te preocupes, queda mucha historia por contar, esto solo está comenzando. Gracias por tu apoyo
EliminarDenada.
EliminarMister Alvaro Diaz gracias por el capitulo como siempre se agradece por tan buena historia (leyendo mientras estoy escuchando A Day To Remember) :3
ResponderEliminarGracias a ti tambien por tu apoyo, el siguiente volumen comenzará pronto.
Eliminar